sábado, 15 de mayo de 2010

Sin rascacielos en Córdoba

FIRMAS CORDOBESAS
Sin rascacielos

El parisino France-Soir publicó en su edición del pasado día 3, en primera página, y con gran lujo tipográfico, la noticia, ampliamente comentada por Marceau Petit, de que el Consejo de Estado —la suprema Jurisdicción administrativa de Francia—, casando la resolución del Tribunal Administrativo de Versalles, había ordenado la demolición de dos torres de quince plantas, ya habitadas, en Marly-le-Roi, porque el plan de urbanismo que regía para la zona, solamente autorizaba una elevación de siete plantas.
La noticia en si no es singular, pues nuestro Tribunal Supremo, en diversas ocasiones, ha resuelto parecidos casos de idéntica manera; y tampoco es honesto que ella nos mueva a reflexionar, en el sentido de servirnos de consuelo, porque en el país de nuestros vecinos, también haya garrochistas dispuestos a saltarse las ordenanzas.
El hecho nos invita al comentario, porque lo penemos en relación con ciertos atentados urbanísticos —auténticos pecados sociales—, que solamente hace unos días hemos contemplado con indignación en ciertos lugares de la gegrafía española, en donde junto a una iglesia mudejar se ha alzado una torre de trece plantas, o en donde se ha roto con un rascacielos de cuarenta metros de altura la armonía de un paisaje subtropical único, hurtándose las perspectivas de un monumento que, situado sobre un alcor, daba carácter y personalidad a la zona. Y lo lamentable es que ello se haya producido por aldeanismo, por vanidad asesina, por culto a la especulación, o, estúpidamente, porque si, ya que existen miles de hectáreas alrededor de las torres que, además, se pueden adquirir a precios razonables.
La verdad es que en muchas ocasiones a esa tendencia al rascacielismo —que puede ser razonable sin dejar de ser terriblemente incómoda y estéticamente deplorable en la península de Manhattan— no se le puede encontrar explicación convincente usando sólo de la razón y valiéndonos de criterios sociales o económicos; se hace necesario recurrir a la figuración poética para hallar su porqué: hay que suponer que las torres son un símbolo de la frustración espiritual del hombre contemporáneo, que, aplastado por la religión del consumismo, quiere escapar en veloces ascensores hacia unas babélicas verticalidades, para instalar en ellas su morada, como sucedáneo de ese profundo anhelo de asunción que es inseparable de nuestra, naturaleza.
Pero dejando a un lado tales elucubraciones, volviendo a pisar la tierra, ampliando el diámetro de este comentario y reparando en nuestra ciudad —que en muchos aspectos urbanísicos no se puede considerar como modelo—, sí tenemos que congratularnos de que un planteamiento riguroso, con gran visión del futuro —que en muchas ocasiones ha dado lugar a criticas movidas por el interés—, llevado con tenacidad a sus últimas consecuencias y con unas violaciones de lo ordenado a tal respecto tan escasas, que, ciertamente, se pueden contar con los dedos de la mano, y tan tímidas que poco han influido en el entorno ciudadano, nos haya librado de las torres, los rascacielos, las colmenas, o como se quieran llamar a esos menstruos urbanos que no son en absoluto necesarios —convendría dar lecciones sobre ello a los municipios de nuestras costas— para incorporarnos a Europa o para ingresar en el Mercado Común.
Día llegará en que cuando estemos fuera de nuestra ciudad, al igual que hoy con una superioridad deliciosamente infantil nos jactemos de tener en ella la Mezquita, nos sintamos orgullosos de poder pregonar: "pues, en donde yo vivo no hay un solo rascacielos".

Carmelo CASAÑO SALIDO

Publicado en la edicion cordobesa de El Correo de Andalucía el 11 de febrero de 1972

lunes, 10 de mayo de 2010

Josefina Carabias y el Topo

La entrevista con el Topo -véase en este mismo blog Topo de la Guerra Civil- produjo entre otros curiosos artículos como éste de Josefina Carabias

LOS SECUESTRADOS EN ANDALUCÍA
Escribe JOSEFINA CARABIAS

Tal vez la noticia nos ha hecho más impresión por haberla conocido durante una de las mañanas más radiantes y perfumadas que se hayan visto, incluso en este rincón paradisíaco. Algunos señores mayores con acento de por aquí, la comentaban en la playa mientras leían, a la sombra, el periódico local:
—¡Ya van lo menos tres casos!, y todos en Andalucía,¿No le parece a usted curioso?
—Lo que me parece es mucho más triste que si hubiera ocurrido en otro sitio. Andalucía la hizo Dios para vivirla en la calle, en verano y en invierno. Tomando el sol o tomando la sombra. Es lo que yo digo; las cosas no se disfrutan aquí a gusto nada más que durante el rato de la siesta...
-Hablaban del caso de don Francisco García el "autosecuestrado" de Córdoba, que acaba de presentarse a las autoridades tras haber pasado treinta y tres años oculto en su propia casa, sin más complicidad que la de una hermana y algunos otros miembros de su familia.
Hace varios meses, se tuvo noticia de un caso parecido. El del antiguo alcalde de Mijas, un pintoresco pueblo serrano de esta comarca. Aunque no está bien hacer comparaciones entre unos sufrimientos humanos y otros, permítaseme decir que el caso del cordobés me parece todavía más desgarrador que el del malagueño, hombre casado que soportó el encierro atendido por su mujer y sus hijos.
Con expresión inteligente, el pelo liso bien estirado hacia atrás —a la moda de entonces— dejando al descubierto una frente despejada. Las gafas de concha, que ningún hombre evitaba ponerse, en aquella época sí le hacían falta puesto que prestaban un aire más viril e intelectual, le caían bien a Francisco García. En fin, por la foto de entonces publicada ahora se ve que era un muchacho de los que en 1936 tenía todo el éxito que quisiera con las chicas.
Pero a eso y a todo debió renunciar al esconderse. Le buscaban porque había sido concejal socialista, una "figura de delito" que en el mundo actual parecerá ridícula, pero que, en los primeros momentos de una conmoción como aquella, parecía enorme.
Hoy, cuando, por fortuna, están ya olvidadas cosas mucho más graves, es fácil caer en la cuenta de que el pobre secuestrado no debió de ser una pieza muy importante en la guerra.
Basta recordar que en Córdoba, la resistencia contra el Movimiento Nacional fue prácticamente nula. Todo se resolvió en unas horas el primer día.
Francisco García ha salido de su encierro con cincuenta y cinco años. No ha perdido su buen aspecto y, comparando la foto de ahora con la antigua, se le reconoce en el acto. Pero, todas las ilusiones de la juventud quedaron sepultadas en la carbonera donde pasó tantos actos los primeros años y en los pasillos del piso por donde deambulaba horas y horas, a partir del momento en que un médico —que la familia fue a buscar muy lejos a fin de no romper el secreto— le dijo que, para su salud, necesitaba dar paseos largos.
—Cuando ya llevaba veintisiete años encerrado, salí por primera ves a la calle —ha dicho don Francisco al periodista Eladio Osuna de "Sol de España"— y noté que apenas sabia andar, a pesar de haber hecho ejercicio en casa. Luego, seguí saliendo, pero siempre temiendo que me reconociera alguien. Siempre de prisa y con miedo. ¡Qué diferencia de ahora que puedo recorrer mi ciudad despacio, pararme donde quiera, sentirme libre...!
Lo malo es que don Francisco tiene úlcera de estómago —¿qué menos puede tener después de esa vida?— y ahora teme morirse, en vista de que no quiere desairar a los amigos y conocidos que constantemente le convidan a cerveza, mariscos, frituras y le alargan cigarrillos y hasta cigarros puros con sortija. Tan contento está que hasta se casaría de buena gana. Pero resulta que sus contemporáneas no le dicen gran cosa. Las que a, él le gustan son las jóvenes que, dígase lo que se diga, no son tan distintas de como eran las últimas que él trató antes de encerrarse, un poco más cortas de falda, pero eso es todo. En 1936 ya usaban las chicas pantalones, melenas flotantes y jerseys de colores alegres.
* * *
Hará cosa de nueve o diez años, el escritor y filósofo francés Jean Paul Sartre, estrenó en París una obra de teatro titulada "Los secuestrados de Aliona", que hizo gran impresión. Refería el caso de un oficial alemán, durante quince años encerrado en el castillo de su familia, por evitar las represalias de la posguerra. Sartre hizo una especie de tragedia griega, en vista de que su temperamento y el del protagonista alemán resultaban mucho más enrevesados que los de estos andaluces que han sabido soportar con paciencia y sencillez una situación mil veces más triste.
Téngase en cuenta, en primer lugar, que el clima de Prusia no es el de Córdoba ni el de Málaga. Así, un prusiano normal, es decir, sin las complicaciones de los personajes de Sartre, podía haber llevado una vida plácida metido en su castillo, echando leños en la chimenea y oyendo retumbar el huracán fuera. Pero, pasarse treinta y tres inviernos y treinta y tres primaveras encerrado en Córdoba, sin tomar el sol ni la brisa del Guadalquivir, ni Sierra Morena, sin salir a oler los jazmines ni los azahares, ha sido mucho peor.
Sin embargo, aquí hay quien ya compadece menos a don Francisco García: se han enterado de
que, desde hace ya algunos años tenía su televisión en casa, como cada hijo de vecino.

Publicado, entre otros, en El Ideal de Granada el 30 de agosto de 1969
En la foto, casa donde estuvo escondido. En el cartel de cine se lee el título de la pelicula. "Todos los hermanos eran agentes"

domingo, 9 de mayo de 2010

Ha muerto Antonio Uceda


Ha muerto Antonio Uceda

Justamente cuando estaba a punto de publicar el último trabajo de este blog de prensa histórica, me llega la tristísima noticia de la muerte de Antonio Uceda en Sevilla, y de su entierro el domingo, 9 de mayo.
Hace menos de unas semanas que fui a pasar el día con él, en un viaje prometido desde hace unos meses. Como dos jubilatas recorrimos el centro de Sevilla y acabamos almorzando, a la orilla del Guadalquivir en un restaurante de la calle Betis, en un caluroso día preludio de la próximo Samana Santa.
Allí recordamos docenas de anécdotas y vivencias de los tiempos pasados en Córdoba en las fechas que dan origen a esta hemeroteca, y en los que se publicaron la mayoría de estos trabajos. Años difíciles, en el tardofranquismo, donde tan duro era ser progre, y ofrecer un mínimo de información de la que la prensa oficial obviaba, y de la que era aventurado simplemente informar de cosas que pasaban en aquella incipiente sociedad que se asomaba a tiempos de cambio.
Antonio Uceda supo abrir un pequeño hueco y dar cabida a muchas personas, firmas, noticias, comentarios y colaboradores entre los que me encuentro.
Todo lo que sé de periodismo se lo debo a él, que me dio la primera oportunidad de publicar y desarrollar un trabajo que duró muchos años y en el que aprendí no solo la base de la profesión sino el conocimiento real de lo que era aquella sociedad a la que yo empezaba a asomarme.
Como yo hubo otros muchos, pero creo que Córdoba también recibió mucho de Antonio Uceda, y esta ciudad, tan reacia a reconocer los méritos y los servicios de una parte de sus miembros, tiene una deuda de reconocimiento al trabajo desarrollado en La Voz de Andalucía, en Radio Popular, en El Sol de España -edición Córdoba- y en El Correo de Andalucía -edición de Córdoba. También en la fundación de Nuevo Diario, periódico que no pudo dirigir tras su primera salida en falso a pesar de tanto esfuerzo como realizó para que cuajara-, pero esa es otra historia que algún día explicaré desde una perspectiva siempre negada-.
Ahora, mientras preparo el viaje para asistir a su entierro, me pide el alma dejar en este blog este testimonio de cariño, amistad y de orfandad, pues como un segundo padre lo he tenido estos años.
Descanse en paz